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Espero que disfruten este sitio. Dedicado a la buena Literatura y a aquellas personas que han hecho estos textos.

Saturday, July 22, 2006

Coronación de José Donoso

Alone Comenta

"La vida está hecha de fragmentos,y a duras penas uno logra reunirlos"
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Esta novela confirma una vez más la tesis de que, entre una buena novela y una mala, sólo hay una pequeña diferencia: los detalles. Cualquiera, con un poco de paciencia, puede armar una intriga que tenga principio, medio y fin. Don Alberto Edwards decía que a los chilenos les faltaba eso: la paciencia. Todos los argumentos son aproximadamente parecidos y alguien ha reducido a treinta y seis las situaciones dramáticas. Basta suponer un amor, no importa cuál, contrariado por las circunstancias, un hombre que ama a una mujer o viceversa, y contar sus venturas, aventuras y desventuras, para que los lectores empiecen a interesarse.

La cuestión es que sigan interesándose, que encuentren real la cosa y deseen averiguar su desenlace.

Ahí entra a operar el misterioso detalle.

Sintetizándola a grandes rasgos, ¿qué encierra Coronación? La historia de una vieja, muy vieja señora, medio moribunda, la de su nieto, un abúlico, mezclada a la de varias sirvientes, viejas como ella, aunque no tanto, o jóvenes. Nada más.

Como si quisiera, justamente desafiar el concepto de "novelesco" unido al de acciones extraordinarias y personajes poco verosímiles, José Donoso plantea su relato de la manera siguiente:

"Rosario mantuvo la puerta de par en par, mientras el muchacho apoyaba la bicicleta en los peldaños que subían desde el jardín hasta la cocina, y lo dejó entrar con el canasto repleto de tarros, paquetes de tallarines, verduras y botellas".

Parece verdaderamente difícil que el drama penetre en una mansión junto con esos modestísimos objetos de necesidad culinaria, por la puerta de servicio, un día entre los días, sin la menor solemnidad.

¡Y sin embargo!

Cuando uno ha terminado la lectura, y vuelve atrás y relee ese pasaje meditando esa frase inicial, ¡cuán cargada resulta de simbolismo y qué siniestros parecen el repartidor del almacén, su común bicicleta y hasta los paquetes de menestras!


Pero ni siquiera es preciso esperar tanto. Si el arte de decir consiste en decir más de lo que se dice, sin usar palabras raras ni acudir a giros estrambóticos, debemos confesar que José Donoso ha recibido y posee ese don, escaso entre los escasos, pues, sin proponérselo aparentemente, sin dar la cara ni descubrir intenciones, sabe realzar de modo imperceptible los más ordinarios menesteres e infundir su alma a las cosas materiales.

Su novela comienza por la cocina y con la cocinera. No hay que sonreír de la escena ni burlarse del escenario. Tampoco es preciso considerarlos un refinado artificio o el obedecimiento a determinada escuela. La verdad es que empieza así, porque así debía empezar. Y no hay más razones.
Lo mismo la descripción de la casa y de la dueña de casa.

Señora rica, con hijos y con nietos, dotada de vasta parentela, viuda de un político y magistrado ilustre, cometió la heroína el error, cada día más frecuente, de vivir demasiado. Excedió cierto prudente límite y la organización entera de la familia sufría las consecuencias. Muertos unos, casados o ausentes otros, cada vez menos próximos y fieles los amigos, la venerable anciana, la respetable matrona, un tiempo celebrada por su belleza, su elegancia, su distinción, perdió, primero, su frescura, luego su madurez, por último la armazón de su inteligencia y hasta los restos de equilibrio mental, sin que pudiera llamársela rematadamente loca y recluirla, como mueble inútil. Todavía pensaba y, sueltos los muelles y los frenos de la educación, liberada de las conveniencias sociales y familiares, la señora se puso a hablar.

El caso no dejará de producir escalofrío a quienes ambicionan, como suprema bendición, una larga existencia.


La mujer, la señora de sociedad, la madre de un hogar opulento, fecundo, o no, constituye entre nosotros algo como un fetiche y ha sido un acierto de José Donoso el colocarla al centro de su obra, imagen representativa y eje superior en torno al cual gira el resto. Joaquín Edwards llama a eso el matriarcado chileno. Y tal vez, efectivamente, traiga su origen de milenarias supersticiones, de acatamientos ancestrales, tanto impera de alto abajo de todas las clases y se ha materializado religiosamente en el culto a la virgen, diosa que se levanta, incluso, por encima de Dios.

Frente a frente de la señora, un poco más abajo, figura Andrés, su nieto.

Si la abuela encarna la decrepitud de una clase anquilosada, el nieto significa su decadencia por el ocio, por la falta de necesidad de trabajar, por la frivolidad dentro de la cultura y aun del refinamiento, que todo eso se junta en Andrés, pero sin nervio, sin ilusiones, sin vocación ni fe. Le teme a la muerte, porque ama desesperadamente la vida. ¿Para qué? Para ir al club, para leer revistas, ara charlar con los amigos y preocuparse de naderías, como coleccionar bastones, no muchos, diez solamente, pero todos, piezas raras e inencontrables. No se ha casado, no ha tenido un amor entre sus amoríos, no se ha resuelto a entregarse con plenitud a nada, y, en el límite de la vejez, único pariente que visita a la abuela, concluye por confiar en ésta la razón de su vida, deseándosela a veces, otras clamando por su muerte, eterno vacilante y juguete sobre la ola.

Puro esqueleto, puro cementerio y muertos o ánimas en pena serían los personajes de Coronación si no existieran dos sirvientes antiguas, la sobrina de una de ellas, una muchacha, el amante de ésta, un muchacho, y el hermano y la mujer del hermano del muchacho.

Ahí está la vida: es el pueblo. También están la tragedia y la muerte.

Porque la obra de Donoso no es "literatura comprometida" o tendenciosa, ni un alegato por o contra, ni una colección de cuadros con vistas a determinada conclusión. Es una pintura, un retrato, una serie de escenas y una sucesión de diálogos entrelazados de los que pueden fluir y fluyen multitud de enseñanzas, a menudo terribles, que contienen caos espantosos, y también patéticos, sin que falten la comicidad y la poesía; pero todos contemplados desde una altura convincente, tal como los presenta la vida a los que saben mirarla, más allá de los dogmas, al margen de las creencias.
Las páginas más humanas y dolorosas del libro son, justamente, las dudas y las interrogaciones que asaltan a Andrés cuando analiza su propia existencia y, solo o en compañía de un amigo, se mira, se medita y se desprecia, maldiciendo la nada del destino y el absurdo de una conciencia que nos permite ver esa nada sin ponerle remedio.

Hay, sin duda, una filosofía o una falta de filosofía; lo mismo da. En el fondo de la obra hay una actitud ante los misterios del mundo, el alma, el más allá, la creación, el inexplicable cosmos de dónde venimos y adónde nos encaminamos. Ninguna novela digna de tal nombre podría carecer de esa médula, y Coronación desmiente el que en las obras de autores chilenos, como alguien ha dicho, se hallen ausentes todos los grandes problemas vitales y que su órbita gire aplastadoramente en la mediocridad intelectual.


Si. Pero ¿es eso lo esencial, artística y aun humanamente?

Para nosotros, poca cosa sería o casi nada sin el aditamento que señalábamos: la viveza de los detalles, la originalidad de las percepciones, lo nuevo de las imágenes y su naturalidad, su hondura, su gracia, su encanto, en suma, su poesía, tierna a veces, otras humorística, generalmente trágica, siempre palpitante y en tensión.

Esta tensión, por momentos, llega a fatigar. No se detiene, no se relaja, no conoce remansos ni caídas. Siempre la cuerda viva, el anhelo ansioso, la incógnita pendiente. Y eso dentro de la descripción más prolija y minuciosamente detallada de la realidad, los gestos, las palabras, las acciones y reacciones. José Donoso se interna en el espíritu de sus personajes y logra expresar con punzante acierto sus móviles íntimos, sigue el proceso de sus impulsos como si estuviera viéndolos y desciende hasta el matiz imperceptible con una certeza de vidente.

En esto difiere de los novelistas nacionales y sobrepasa a los más altos, increíblemente. Los autores chilenos, por instinto, tal vez, por prudencia, rehúyen el análisis interior, esquivan las escenas críticas, los momentos culminantes y escapan por el camino de la alusión, saltándose el peligro. Hay libros famosos compuestos de puras evasiones y en que lo esencial nunca está afrontado. Donoso procede al revés: se lanza de lleno, está siempre en la línea del máximo peligro, hace hablar y actuar ante nuestros ojos a su gente hasta convencernos e imponerlas.

Desde el padre y maestro Blest Gana, muchos podrían hombreársele o lo superan por la invención, la facundia, el estilo y varias cualidades, ninguno por ese don visionario, esa penetración psicológica intuitiva que Encina llama, en su lenguaje, la "sensibilidad cerebral". Viejos o jóvenes, hombres o mujeres, pertenezcan a la alta sociedad o al pueblo, cada uno de sus tipos vive, auténticamente, y habla a su manera propia un idioma reconocible, que hemos escuchado y reconocemos.

Esta condición, aun en la prosa seca de una Stendhal o un Constant, bastaría para animar una obra e imprimirle sello.


Añádase el hallazgo constante, habitual, de expresiones creadas, pintorescas, fáciles y raras, sin rastro de búsqueda, que saltan espontáneamente en el relato. Por ejemplo, el gesto de la criada, pág. 18: "sonriendo hasta que sus ojillos quedaron convertidos en dos puntitos de satisfacción detrás de los lentes, que resbalaban por su exigua naríz". O el cambio tan tenue, tan bien dicho, de la joven campesina cuando el patrón santiaguino, después de varias cortesías, le dice la cifra de su sueldo: "las facciones de la muchacha no se alteraron, pero en alguna parte de ese rostro hermético había ahora una sonrisa" (pág. 19). O bien esa primavera (pág. 20) que Andrés "recordaba como una de las más dadivosas. Parecía posible palpar la luz que caía sobre el césped en racimos verdes a través de los tilos y las acacias". ¿Y la cara blanca, sobrecogedora, de la nonagenaria asomada al balcón "que miraba la luz, que miraba el aire"? (pág. 29). O esta miniatura rústica, impensada, que condensa un idilio y lo vuelve sensible: "Oye, ¿tú lo querías al René, no es cierto?" -pregunta el cuñado a su cuñada, víctima de feroces palizas del marido.

"La Dora se puso de pie. Se dirigió al anafe para revolver la sopa. Después, en silencio, peló una cebolla. Iba tirando las cáscaras de las papas. Sólo cuando tapó la comida respondió:
-Claro.
"Los juegos de los chiquillos, afuera, cesaron. Salió un tropel bullicioso a la calle, el perro ladrando detrás, ladrando, ladrando, ladrando, hasta que el ruido y los ladridos se perdieron en la distancia. Entonces todo quedó en silencio.
-Claro -repitió la Dora, en voz más baja".

Véase el efecto cómico que, a la página siguiente, estalla entre los mismos dos personajes al desencadenarse la charla de Dora.

Seguiríamos citando otros pasajes si su acumulación no los desfigurara, al presentar el libro como un repertorio de hallazgos que, así expuestos, pierden su valor espontáneo. O sea, casi todo su valor.

Creada de un solo impulso, con sabia coherencia, Coronación forma un cuerpo en que la unidad va integrándose a través de la variedad, en alternación continua, que impide el cansancio y en que unas impresiones se refurzan con otras. El contrapunto muy fino impide el desglosamiento y hace difícil analizarla, porque un espectáculo exige el espectáculo anterior y conduce de manera necesaria al espectáculo siguiente, formando cadena viva que no se puede interrumpir.

Como técnica y lógica estética, conocemos pocos libros tan armoniosamente construidos, no sólo en nuestra literatura.

Para tomar un punto de vista chileno, el más alto, Hijo de Ladrón podría hacerle competencia; pero aunque más vasta y con capítulos extraordinarios por su corriente profunda y sostenida, la novela de Rojas no ofrece la misma composición magistral ni esos dos planos de clases sociales que vuelve fascinadora la obra de Donoso. Tampoco su "tensión" perpetua, sin resquicio ni abandono, esa plenitud que procede y se desarrolla como jugando, que saborea la vida y siente su amargura, que toca las cosas mínimas y no pierde de vista las mayores.

Le armarán querella por las groserías de lenguaje y las crudezas francas hasta la brutalidad. No es, evidentemente, libro para señoras. El bisturí penetra las carnes hasta dentro, seguido del termo-cauterio. ¿Observaremos que, pese a todo, nunca desciende de calidad ni se complace en la indecencia? Respetamos los estómagos delicados y el paladar sensible que rehúsan semejantes brevajes; pero como en cierto capítulo doméstico uno de los personajes pide "un trago para hombres", convendría advertir que esta lectura no es "recomendable para menores".

Aun, en el sentido moral, social, nacional, no es recomendable para nadie. La amargura, la acidez, el nihilismo, la desesperación la impregnan hasta los tuétanos. Ninguna fe en nada. Ni en el amor, ni en la belleza, ni en la familia, ni en la religión, ni en la filosofía, ni en la ciencia. La enorme vieja moribunda extiende por todo su esqueleto mortal y va, poco a poco, disecándolo, disolviéndolo y enloqueciéndolo. Ella sabe y ve, porque está loca, porque el mundo es una creación de locos y solamente la locura lo entiende. Los insultos, los feroces insultos que la nonagenaria demente lanza a su nieto, a su criada, a sus antiguas servidoras, a cuantos se le aproximan, acaban por convertirse en realidades, corrompen alrededor el aire y la pobre muchachita, llegada del campo inocente, roba y se entrega; el nieto abúlico, apegado a la terrible abuela, termina por enloquecer, y hasta esos pilares domésticos, esas divinidades ancilares, esas instituciones gigantescas, las criadas antiguas, terminan por emborracharse cuando, para celebrar la fiesta de su ama, desierta la casa de visitantes que no acudieron, la coronan, porque era reina y era santa, danzan en su presencia y se quedan dormidas, mientras la anciana, a quien le dieron unos traguitos para animarla, desfallece completamente y llega sin saberlo a la hora de su muerte.

¿Obra de muerte, montón de ceniza, apología o réquiem de un cadáver? Tal vez.

En realidad, si el hombre obedeciera a la lógica, al cerrar la última página de este libro debiera abrir la ventana de su piso vigésimo cuarto y "precipitarse en el vacío". Pero escrito está -y Donoso lo prueba con poderoso argumento- que somos irracionales, que la locura nos lleva, que no entendemos de palabras y, en vez de tomar esa resolución, viendo desde lo alto de una especie de torre, el espectáculo oceánico del río, y el bosque de los gigantes iluminados en la nieve, rojos e increíbles, con millares y millares de ojos de fuego, experimentamos un sentimiento completamente maravilloso y nos parece que vale la pena haber nacido y existir, no sólo para ver el desfile de las naves encendidas, entrando y saliendo, venidas desde todos los puntos de la tierra, sino también, ya saciados de tal contemplación, reabrir las páginas del volumen y volver a admirar su demostración de que nada vale nada, de que todo es miseria y aflicción de espíritu y que lo mejor sería morir para, definitivamente, descansar.
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Comentario de Alone publicado en El Mercurio el 19 de enero de 1958. Lo he rescatado de la página http://www.letras.s5.com/ . Espero que les sirva...

Confieso Que He Vivido de Pablo Neruda

Quiero libros sin escuelas y sin clasificar, como la vida.


"Mi vida es una vida hecha de todas las vidas: las vidas del poeta"
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En Confieso que he vivido, obra póstuma, publicada en España en 1974, el Poeta nos entrega una visión pormenorizada de su vida y de su obra, mirada con la sencillez que lo caracterizó como persona. No hay atisbos de vanagloria en estas páginas magníficas, cargadas de metáforas y de imágenes poéticas difíciles de hallar en otro. Por el contrario, la humildad con que nos ofrenda sus pasos por el mundo, merece alabanza. En ningún momento nos dirá lo importante que ha sido su poesía, a pesar de que sabemos que nos está contando la historia de su vida desde una perspectiva en que -dada la magnitud de sus obras publicadas y de los premios y reconocimientos recibidos a la fecha- bien podría haberlo hecho.

Las memorias se abren a los ojos del lector lo mismo que una novela, creando la expectación propia del género por saber que va a pasar más adelante con el personaje principal. El narrador, que sabemos que es el propio poeta en persona, y que no dejará de ser un sólo instante nuestro conocido poeta venido del sur del mundo, cargado de nostalgias de lluvia, madera y trenes a carbón que irrumpen con sus silvatos en las más recónditas estaciones australes de Chile, nos llevará de la mano a conocer algunos pormenores de sus largos viajes al Oriente, Europa y Asia. También nos hablará de los momentos previos a la gestación de algunas de sus obras. Crepusculario, Veinte poemas de amor y una canción desesperada, Residencia en la Tierra, Alturas de Machu Pichu, Canto General, Los versos del Capitán, Cien sonetos de Amor, Las Odas elementales. Del génesis de algunos poemas puntuales, como Alberto rojas Jiménez viene volando, El tango del viudo, etc.


La novela esta dividida en doce capítulos que por la belleza de sus títulos, que además resultan una síntesis del contenido de los mismos.

La historia comienza con la niñez del poeta, en su Araucanía natal, bajo las lluvias torrenciales de los largos inviernos del Chile sur, para terminar en Isla Negra, su refugio sagrado frente al mar del océano Pacífico, a pocos días de la muerte del presidente Salvador Allende. En el ínter tanto, vamos pasando por un variado itinerario de estaciones. Su primera estadía en Santiago, como estudiante universitario pobre, habitante de una pensión en la calle Maruri 513, y donde termina su primer libro, Crepusculario, y cuya calle da origen al nombre de su primer poemario. Refiriéndose a ella dirá: "humilde calle visitada por los más extraordinarios
crepúsculos." De ahí, saltará al Oriente como cónsul de Chile en países exóticos y muy distantes al suelo patrio. Birmania 1927, Ceilán 1928, Batavia 1930, Singapur 1931, etc. Lugares que dejaran una huella indeleble en la universalidad que alcanzará su poesía a partir de Residencia en la tierra, terminada precisamente en ese período en Oriente. Luego, viajamos a Buenos Aires donde ha sido nombrado cónsul (1933). Desde allí el vate chileno saltará otra vez a Europa (1934), a España, cónsul en Barcelona. En 1935 será trasladado al Consulado de Madrid para estar más cerca de sus amigos españoles. 1936, comienzo de la guerra civil española que dará origen posteriormente a su libro España en el Corazón. En 1937 llega a París horrorizado por la muerte de su amigo entrañable, Federico García Lorca. A partir de 1939, es nombrado cónsul para la emigración española y consigue embarcar en el Winnipeg a gran parte de los refugiados. En 1940, cónsul en México, de donde viaja a Cuba, Guatemala y otros. Vuelve finalmente a la patria cansado de los consulados. Al respecto acota: "las guerras frías y calientes mancharon el servicio consular y fueron haciendo de cada cónsul un autómata sin personalidad, que nada puede decidir y cuya labor se aproxima sospechosamente a la de la policía (...) terminé por fatigarme y un día cualquiera renuncié para siempre a mi puesto de cónsul general." Instalado en Chile, en 1945 sale elegido senador por las privincias del norte, Tarapacá y Antofagasta, para más adelante ser desaforado y condenado al destierro por González Videla. Huye al exilio cruzando los Andes en 1949 hacia París vía Buenos Aires, donde aparece de manera inesperada para el desconcierto de su perseguidor que lo supone en Chile. Lo nombran miembro del Consejo Mundial de la Paz y viaja por primera vez a la Unión Soviética en 1949, Luego a la India por segunda vez. Primera visita a china 1951, regreso a Europa, todavía perseguido por el gobierno chileno, visita por primera vez Italia, Génova, Florencia, Turín, Venecia, Nápoles, y la isla de Capri, donde se anida con Matilde Urrutia. En 1952 termina el destierro y regresa a chile, a su Isla Negra, para despegar después nuevamente a Ceilán, hacer una segunda visita a China, Armenia, Moscú, etc. Después, en Confieso que he vivido, Neruda se adentra en sus pensamientos relativos a su escritura, insistiendo que la poesía es un oficio antes que cualquier otra invención. Hace algunas reseñas de personas importantes en su vida, tales como Matilde Urrutia, Federico García Lorca, Paul Eluard, Pierre Reverdy, Jerzy Borezjha, Somlyo Georgy, Quasimodo, Vallejo, Gabriela Mistral, Vicente Huidobro, su enemigo literario Perico de Palothes de quien afirma que es un "técnico en sacarle jugo a las coyunturas." El relato hace un paso fugaz por el Premio Nobel, y un retorno abrupto a una visión de la política contingente. Exaltación de algunas figuras políticas de izquierda de la época, tales como, Prestes héroe militar y político de Brasil, Vittorio Codovila, Stalin, Fidel Castro. Explicación de su polémica carta enviada a los cubanos. Finalmente, nos habla de la turbulencia política del Chile de fines de los sesenta, su breve candidatura presidencial, el triunfo de Salvador Allende y su nombramiento de Embajador en París. También entrega algunos perfiles de los políticos chilenos más influyentes del momento: Frei, Tomic, Allende.


La mirada del novelista abarca acontecimientos grandes y pequeños, otorgándole a cada uno la misma importancia con una imparcialidad asombrosa. Su primer encuentro con García Lorca en Buenos Aires y su discurso alimón. Sus amistades con los amigos de Federico, los españoles Rafael Alberti, Miguel Hernández, Altolaguirre, Bergamín, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Maruja Mallo. De otros españoles dira: "A don Antonio Machado lo vi varias veces sentado en su café con su traje negro de notario, muy callado y discreto, dulce y severo como árbol viejo de España. De Juan Ramón Jiménez que "fue el encargado de hacerme conocer la legendaria envidia española (...) perseguía a Lorca, Jorge guillen y Pedro Salinas" y a él también, pero "nunca respondí ni respondo las agresiones literarias." Su amistad con A César Vallejo (el cholo), a quien conoce en París y de quien afirma que "tenía un hermoso rostro incaico entristecido por cierta indudable majestad." En la misma ciudad conocerá también al escritor cubano Alejo Carpentier, "uno de los hombres más neutrales que he conocido." En Francia se jactará de ser "amigo de los dos mejores hombres de su literatura," Paul Eluard y Aragón. Su amistad con los pintores más famosos de España y Europa. Los grandes recibimientos y ovaciones recibidas por el poeta en Europa inducen al lector a la fantasía de los poetas de entonces. El propio Neruda afirma que los intelectuales de entonces "teníamos los ojos atornillados a Paris." Su paso por la guerra civil española, la cordillera de los Andes, una flor, la llegada de Mao Tse Tung al poder, el comienzo de la revolución cubana, el stanlismo. También se da tiempo y espacio para hablar de las rencillas literarias de la época, propinándole algunos coscorrones a su enemigo de siempre. Opiniones respecto de la crítica literaria (la cual nos confirma la hipótesis que ésta nunca ha sido ni mejor ni peor que antes), de su desinterés por el campo teórico en lo que a literatura se refiere, su amor por la naturaleza, por los aves y por el mar que lame sin parar las orillas de su casa en Isla Negra.

En suma, la aventura de Confieso que he vivido es total. También nos llevará de la mano por la historia política de Chile, ensalzando la figura de Balmaceda y Allende por sobre cualquier otra. Sabrá sindicar a los asesinos del pueblo y recordar a los muertos de Sta maría de Iquique, y alabar la figura de Emilio Recabarren. También pasará por su ingreso al Partido Comunista. También nos recuerda las persecuciones que sufrió por causa de su pensamiento político, y la desdicha de ser perseguido y exiliado por un político a quien considera traidor de su pueblo, comprado por la oligarquía. La alegría de recibir el Nobel y su amor infinito por Matilde, a quien están dedicados la gran mayoría de sus libros.


"Confieso que he vivido" es un adentrarse poco a poco en la vida de un hombre. Del Neruda pobre, capaz de reírse de sí mismo y de su pobreza cuando vagaba con sus amigos por las calles del centro de Santiago emboscado en la capa de ferroviario de su padre, hasta el Neruda Premio Nobel, recluido en su refugio de Isla Negra, redactando las últimas letras en torno al presidente Allende, pocas horas antes, según explica, asesinado por los enemigos del pueblo.

Recorrer las memorias de Neruda resulta un placer para los amantes de la buena prosa, y también para quienes buscan en la historia otra perspectiva.
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Esta referencia la extraje de la página www.letrasdechile.cl , su autor es Miguel de Loyola. Trabajos así hacen mucha falta con obras del éste y el siglo pasado.

Friday, July 21, 2006

El Reino De Este Mundo de Alejo Carpentier

El Inicio de algo Grande...

"Más allá del lindero de los desiertos,
hasta más allá de los pueblos sin
tierras. En esas ciudades los artesanos
eran diestros en ablandar los metales,
forjando espadas que mordían como
navajas sin pesar más que un ala
en la mano del combatiente. Ríos caudalosos,
nacidos del cielo, lamían los pies del hombre..."
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De padre francés y madre rusa, la familia de Alejo Carpentier llegó a Cuba en 1902 por motivos laborales del padre, dos años después nacería Alejo en La Habana.

Lejos de mantenerse aislado y protegido en un mundo de aquellos que "sólo llegaron por casualidad" la implicación del autor cubano le llevó a la cárcel y al exilio. Probaría suerte con estudios de arquitectura pero una vocación tan latente se evidenció en su elección del periodismo como la mejor opción laboral.

Entre los numerosos viajes que realizaría a lo largo de su vida, sobre todo a la tierra del padre, unos por exilio, otros por devoción cabría destacar el que realiza a Haití en 1943 en compañía de su esposa y del actor francés Louis Jouvet. Este viaje resultaría decisivo para la redacción de una pequeña obra maestra de las letras hispánicas: El reino de este mundo.


Cuando la cuestión es analizar el trabajo de autores más cercanos en el tiempo el número de estudios críticos disminuye descompensadamente. Esto hace pensar muchos en la errónea conclusión de que esta escasez se deba a una falta de calidad literaria. Nada más lejos de la realidad.
La calidad técnica, estilística, creativa y fuertemente humana de la obra de Alejo Carpentier, sabiamente sazonada con un barroquismo personalista y diferenciador impregnan toda su obra de momentos literarios inolvidables para nuestras letras y, sin duda alguna, decisivos. Es una de las figuras más relevantes de la narrativa contemporánea y precursor, tanto estilística como cronológicamente, del "nuevo arte de hacer novela" al otro lado del Atlántico.

Cada una de sus obras, aunque no identificables con la novela social, nos transmiten un gran saber, una profunda filosofía del ser humano; su modo de ser y de comportarse, sus reacciones, algo del lado oscuro del uso de la inteligencia. Lecciones, en el caso de esta novela, cargadas de ironía ya sea satírica o trágica, según el caso.
Carpentier viajó a Haití para conocer los restos arqueológicos del impresionante reino levantado por los esclavos negros revelados contra la tiranía del colonialismo francés en el siglo XVIII. Fascinado por lo que allí ocurrió quiso ver la historia con sus propios ojos, comprobar hasta donde era capaz de llegar la tiranía y entender el origen de un modo de ser propiamente americano que tanto le inquietó, además de ¿un intento de comprensión de colono y colonizado? No se puede olvidar su origen francés. Los hechos estrictamente narrados, aunque con saltos cronológicos exigidos por la teatralidad de la obra (entiéndase esto en sentido positivo) ocurren entre la insurrección del esclavo negro Mackandal en 1757 hasta el comienzo del gobierno de Jean Pierre Boyer en 1820 en Santo Domingo.

Y aquí es donde empieza la impregnación del mundo americano, el modo personalista y único con que estos hechos se desarrollaron, lo que el mismo Carpentier decidía llamar "real maravilloso":"¿Pero que es la historia de América toda sino una crónica de lo real maravilloso?"


Mackandal y sus aliados en ningún momento utilizaron armas como medio de enfrentarse a los colonos. El esclavo huido y perseguido se valió únicamente de veneno para luchar. Este veneno se disolvió en las aguas potables de la isla, en las tierras hasta matar al ganado y gran cantidad de colonos. Estrepitosamente se suceden una serie de hechos que llevan al negro Christophe al poder absoluto sobre el resto de los esclavos liberados y a establecer el centro de su imperio en el imponente palacio de Sans Souci que sería construido con el sudor de los que ahora eran sus esclavos. Impresionante y estremecedora paradoja de un comportamiento muy frecuente a lo largo de la historia. Guiados de la mano de un espectador de primera fila, un esclavo, vemos la sucesión de unos hechos históricos alterados en el orden real de esa historia pero no de la eterna historia.
El principal motor del argumento y de la trama es tratado a modo de péndulo en torno a este mundo. Un péndulo oscilante que empieza a actuar desde que se inicia la novela, lo que en palabras de Friedman de Goldberg es el "postulado amo versus esclavo", o blanco versus negro, o europeo versus africano. Del dominio del blanco y europeo pasamos al dominio del negro y africano pero siempre prevalecerá el otro lado de la oposición, el lado del sometido y el esclavizado.
En la novela cada página sabe y suena al mundo del esclavo africano: sus expresiones, sus rituales, su música. Un mundo cuya esencia es, precisamente, la falta de libertad. Es, en el momento en que se apoderan de esa libertad cuando la falta de costumbre lleva a algunos a ejercer el despotismo que había sufrido y a otros a seguir sufriéndolo.

Uno de los principales rasgos de este modo de sentir tan propio es la música que se deja ver en cada renglón por presencia o en esencia. Las estrofas de canciones, la alusión a instrumentos y, por encima de todo, el símbolo por excelencia: el tambor. Emblema de ritos y danzas pero también de rebeliones, símbolo de cultura y de religión.
Carpentier declara en el prólogo que al contemplar las ruinas del palacio llegaría a una conclusión firme y clara sobre el especial carácter del ser americano:
Este ser está más cerca del ritual vodú y del tambor que del protocolo y la fusta. Esto se manifiesta en la novela en primer lugar con la expulsión de los franceses y después con la destrucción de todo lo que implicaba colonialismo. No hay que olvidar que Carpentier, al igual que muchos contemporáneos, estaba empeñado en definir los rasgos decisivos de una cultura y una sociedad hecha de colonos, de esclavos y de muchos pueblos que han dado como resultado una mezcla única y distinta de aquellos que la colonizaron. Y a Carpentier, como a muchos otros, se debe la definición de este mundo.


Pero la novela es también la presentación de una verdad sobre el ser humano universal: el poder conlleva, en manos de quien no sabe hacer uso de él, la tiranía. En el palacio de Sains Souci, en su emperador y en todos los que lo acompañaban está reflejada toda la tiranía de aquellos que fueron esclavos para luego ser tiranos. El reino más valioso al que el hombre debe rendir un mayor homenaje no es otro que "El reino de este mundo." Por otra parte, el barroquismo tan característico de la literatura de Carpentier en esta novela alcanza una de sus máximas expresiones porque se manifiesta en una doble vertiente: el contexto propio de la novela y el lenguaje empleado. Por un lado, el primero de ellos es mezcla de culturas, de personalidades, de creencias, religiones,... en un clima extremo de calor sofocante.

En el segundo este barroquismo es manifiesto en la mezcla irreverente de las expresiones coloquiales de los negros, su mundo musical, el lenguaje sentencioso del autor, el absolutismo que ejerce el narrador sobre el lector, una tiranía sobre la sucesión de los hechos, la simbología permanente que este tirano emplea para dar siempre un significado de trasfondo, una lectura oculta que es la que, de alguna manera, ha de darnos la clave. El reino de este mundo es una novela increíblemente rica en matices, experimentación formal y enseñanza. Todo ello a grandes dosis en un reducido y compacto espacio. Quizá tan reducido y compacto como la vida de quien no sabe disfrutarla.
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Este trabajo lo recogí de la página www.portalmundos.com , espero no pasar a llevar los derechos de intelectualidad, os invito a todos a disfrutar de dicha página. Por lo demás el texto es de Raquel López.